Pantera negra, racismo blanco
Assata
Shakur. Una autobiografía (Capitan
Swing)
“Hermanos
y hermanas Negros, quiero que sepáis que os amo y que
espero que en algún lugar de vuestro corazón tengáis amor para mí.
Me llamo Assata Shakur (nombre de esclava joanne chesimard) y
soy una revolucionaria. Una revolucionaria Negra. Con eso
quiero decir que he declarado la guerra a todas las fuerzas que han
violado a nuestras mujeres, han castrado a nuestros hombres y han
mantenido a nuestros bebés en la miseria.”
Assata
Shakur fue golpeada, insultada, despreciada, maltratada física,
mental y judicialmente durante años. Fue recluída en cárceles para
hombres, aislada en celdas separadas sin contacto con ningún ser
humano durante semanas y, en ocasiones, durante meses. Fue privada de
alimento durante prolongados periodos (algunos de ellos estando
embarazada). Fue torturada despertándola con focos durante la noche
para impedirle un sueño continuado, entre otros métodos. Todo ello
durante los años 70 del siglo XX, en Estados Unidos, a manos del
sistema judicial y penitenciario del gobierno norteamericano.
Angela
Davis nos recuerda en el prefacio de esta autobiografía la
importancia de un testimonio como el de Assata Shakur. Su voz resulta
imprescindible tanto para contrarrestar el discurso oficial de las
autoridades norteamericanas, que la han presentado públicamente como
una peligrosísima terrorista internacional o bien como una
sanguinaria delincuente común, como para poner sobre la mesa la
política policial y de prisiones que el gobierno de Estados Unidos
llevó a cabo en la década de los años 70 acusándola de falsos
delitos e incumpliendo las condiciones penitenciarias mínimas,
cuando no persiguiendo, torturando y asesinando a miembros de grupos
subversivos negros.
Assata
Shakur relata en primera persona su periplo por el sistema judicial y
penitenciario estadounidense desde el momento en que la detienen tras
un control policial, acusada de asesinar a un policía y herida ella
misma de bala como resultado del altercado. Desde esos primeros días
de arresto en el hospital y con un brazo inmovilizado por el balazo,
comienzan las palizas, los insultos y los malos tratos que durante
más de seis años no cesarán.
“Las
cárceles son un negocio muy lucrativo. Son una forma de perpetuar la
esclavitud de forma legal. En cada estado se construyen cada vez más
y aún hay más previstas. ¿Para quién son? Desde luego, no tienen
intención de encerrar a los blancos. Las prisiones son parte de la
guerra genocida de este gobierno contra los Negros y la gente del
Tercer Mundo.”
En el
recorrido por tribunales y cárceles de todo el país intercala
Shakur, en capítulos alternos, sus recuerdos de niña criada en
Queens y de adolescente y joven rebelde e inconformista que comienza
a analizar la situación de opresión de las comunidades negras y a
sentir que es preciso hacer algo para rebelarse ante tanta
humillación.
“Por
supuesto, nuestra escuela era segregada, pero nuestros maestros se
tomaban más interés en nuestra vida, porque ellos vivían en
nuestro mundo, en los mismos barrios.(….) No digo que la
segregación fuera un sistema bueno. Nuestras escuelas eran de
segunda categoría. (….) Pero los niños Negros recibían apoyo y
comprensión en lugar de la indiferencia hostil que a menudo
encontraban en las escuelas ‘integradas’.”
Desgrana
en estos capítulos sus sensaciones de niña creciendo en un entorno
que le hacía, como a todas las personas negras, sentirse inferior,
despreciable, fea, inválida sólo por su raza. A medida que va
haciéndose mayor, la joven Joanne (nombre de esclava) va tomando
conciencia de todos los daños causados por el racismo y la
segregación en su propia percepción de sí misma y de su futuro.
Joanne siente – y como ella gran parte de la gente negra
estadounidense –que le han robado su dignidad. Siente que les han
despojado del aprecio a su propio cuerpo (un tema repetidamente
tratado por escritoras y artistas negras). Siente que les han
arrebatado cualquier posibilidad de pensar en sí mismos como
personas capaces de decidir, les han quitado hasta el derecho a un
nombre propio pues cargan con el apellido de sus antiguos
propietarios esclavistas.
“Odiaba
el olor a pelo planchado y que me quemaran las orejas, pero nos
habían enseñado que las mujeres tenían que hacer grandes
sacrificios para ser bellas. Y todo el mundo sabía que una tenía
que estar loca para caminar por la calle con el pelo rizado todo
tieso hacia fuera. (…)
Nos
habían lavado el cerebro y ni siquiera nos dábamos cuenta.
Aceptábamos los sistemas de valores blancos y los estándares de
belleza blancos y, en ocasiones, aceptábamos la visión del hombre
blanco de nosotros mismos. Nunca habíamos tenido contacto con ningún
otro punto de vista ni con ningún otro modelo de belleza.”
Hasta
en el lenguaje invierte Assata Shakur toda su intención personal y
política. Hace un uso irreverente de la ortografía (amérika,
Tercer Mundo, Negros) negando las mayúsculas a quien no las merece y
otorgándolas a quién sí, en un afán de justicia lingüística, y
resistiéndose a someterse al abuso de poder hasta la última palabra
y hasta la última letra.
Sus
palabras contienen la fuerza y el desgarro de quien ha vivido volcada
en la lucha contra la injusticia y el terror. En su voz se escucha
también el dolor profundo de una vida entera condicionada por el
racismo blanco y su violencia institucional.
Assata
Shakur (Nueva York, 1947) fue una activista del Partido Pantera Negra
y perteneció también al Ejército de Liberación Negra de los
Estados Unidos. Consiguió escapar de la cárcel y actualmente reside
en Cuba, país que le ha reconocido el asilo político. Forma parte
de la lista de terroristas y fugitivos estadounidenses y en 2005 el
FBI ofreció una recompensa de un millón de dólares por su captura.
Su libro An Autobiography fue escrito en 1987 aunque en España no se
editó hasta 2013 (Capitan Swing)
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