Oscura dulzura
Nada se opone a la noche. Delphine de Vigan (Anagrama)
Nada se opone a la noche es uno de esos libros que parece escrito a bocajarro –y en efecto posee algo de impulso irrefrenable– y sin embargo contiene espesas capas de tiempo y reflexión. Delphine de Vigan reconstruye en él una memoria de la vida de su madre y, a través de ella, una retrospectiva de su propia vida, una especie de catarsis personal.
“A veces sueño con el libro que escribiré después, liberada de este.”
El resultado es una historia cuajada de tragedias familiares y disfuncionalidad en la que no faltarán suicidios, abusos sexuales y enfermedad mental. La autora traza, en la primera parte, un mapa de los antecedentes familiares de su madre a modo de encuadre terrible de lo que vendrá para ella como hija. En el tono de su narración aflora una continua ambivalencia que acoge la rabia y el dolor al mismo tiempo que permite que reluzca la admiración y el cariño.
Incluye a lo largo de toda la obra consideraciones sobre el propio proceso de escritura –sobre cómo la memoria se deconstruye y se retroalimenta con el acto de escribir– y relata los detalles de la pesquisa que emprende tras la muerte de su madre: recopila cartas, fotografías, grabaciones en cassettes y en super 8, se entrevista con sus tías, con amistades, revisa cuadernos, papeles...
“Yo tenía diecisiete años. Lo ignoraba todo sobre las enfermedades mentales. Las miradas cruzadas en ese pabellón del desamparo me perseguían durante días.”
Intenta recomponer el pasado y de hecho la forma de su narración se asemeja a un puzle de pequeños pasajes en los que rememora, elucubra o transcribe situaciones, hechos y pensamientos. Esas piezas, leídas en conjunto, recrean de manera magistral su viaje emocional: su obsesión por no traicionar la historia, su indecisión sobre qué incluir y qué no, su gestión de la reacciones de la familia, su afán de alejarse para mirar mejor junto con su consciencia de estar contribuyendo a perpetuar ciertos mitos familiares, la necesidad imperiosa de escribir y la perturbación y el desasosiego que la escritura le provoca. Muchos de los relatos familiares giran angustiosamente en torno a los abusos sexuales cometidos por el abuelo. Qué habría ocurrido si las víctimas, su madre y una amiga al menos, hubieran hablado; ¿habría sido su vida diferente?, se pregunta la autora.
“Mientras tanto sopeso cada palabra, no dejo de volver atrás, corrijo, preciso, matizo, tiro.”
Pero por encima de todo Nada se opone a la noche es una suerte de tributo a la vida de Lucile, la madre de la escritora. Sabe que escribe para liberarse. Dice escribir por aquel día en que su madre enloqueció. Escribe, por tanto, para recuperar a su madre y la obra toma la forma de un homenaje póstumo que, sin ahorrarse el dolor y la tristeza –con esa oscura dulzura que la hija dice encontrar en el recuerdo de Lucile–, desemboca en una reconciliación con la ternura y la belleza.
Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt, 1966) es una escritora francesa. Su obra Nada se opone a la noche ha vendido, solo en Francia, más de ochocientos mil ejemplares y ha recibido numerosos premios. Su obra Yo y no fue llevada al cine por la directora Zabou Breitman en 2010. Otros títulos de la autora son: Las gratitudes, Días sin hambre y Los reyes de la casa.
Muchas gracias, Julia.
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