La culpa la tenemos nosotras
Dulce Chacón. Algún amor que no mate (Planeta)
“Hay
que ver qué sola puedes llegar a estar de madrugada, llorando sin
poderte contener, mirando por la ventana como si por la calle fuera a
pasar la solución.”
La
soledad, el aislamiento, es una de las condiciones que siempre se
cumplen en mujeres que sufren la violencia de su pareja. La narradora
y protagonista de Algún amor que no mate se siente tan sola
que se desdobla para tener a Prudencia, una amiga con la que hablar.
Es Prudencia la que sufre y es tonta. Él siempre tiene sus porqués,
ella no. Ella se lo ha buscado, ha querido tomarse libertades, no ha
sabido amoldarse a lo que su marido necesitaba, se queja de vicio y
no se esfuerza por salir de su tristeza. Tan mal lo hace que ni ha
sabido darle hijos.
“Prudencia
cometió un error. Y los errores se pagan. Creyó que su vida era la
de su marido y, cuando quiso darse cuenta, el marido tenía su vida y
ella no tenía la propia”
La
voz de esta historia es la humillación y la culpa hecha palabra. Es
una voz acallada que en un monólogo solitario habla en nombre de
Prudencia y habla en nombre de todas las que no pueden hablar. Esa
voz va desgranando, en brevísimos capítulos que son como dardos,
todas las piezas del engranaje de la violencia machista: los
desprecios y vejaciones, el alejamiento de amistades y familia, la
dependencia económica, los cuidados en régimen de esclavitud, las
agresiones físicas y sexuales y la anulación de la mujer como
persona hasta el extremo de la enajenación mental.
Y
junto al detalle de las violencias, la mujer que narra en silencio y
soledad, juzga a Prudencia y se cuestiona a sí misma del
mismo modo en que la sociedad sigue cuestionando y juzgando a las
mujeres. La tonta es ella que no se va, los hombres tienen sus
necesidades. Y así, la culpa siempre la tiene ella.
“ Parece
que todos quisieran arrancarse un animal de dentro para dármelo a
mí. Yo no quiero, es un animal negro y feo, como la culpa. Que cada
uno domestique su fiera.”
Dulce
Chacón dedica su libro “a Ellos”. Y a continuación lo dedica
también a casi doscientas mujeres, llamándolas por su nombre de
pila a lo largo de dos páginas. Se dirige a ellos y las nombra a
ellas, a las que no tienen nombre, ni voz, ni credibilidad. Porque
esta novela tiene más de veinte años y así seguimos. Ellos siempre
tienen sus motivos y la culpa la tenemos nosotras. Y vaya si la
tenemos, grabada en la piel a fuego…. y a sangre, literalmente.
Dulce
Chacón (Zafra, Badajoz, 1953- Madrid, 2003) fue una escritora y
poeta extremeña. Su novela Cielos de barro fue ganadora del
Premio Azorín del año 2000. Su obra La voz dormida fue
llevada al cine en el año 2011 por el director Benito Zambrano.
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