Madre mía de mi vida
Vivian
Gornick. Apegos feroces (Narrativasextopiso)
“Mi
madre me mira fijamente desde el otro lado de la mesa.
-
¿Qué dices, mi hija sabelotodo?
-
Lo que digo es que hoy en día el amor hay que ganárselo. Incluso
entre madres e hijos.”
Dice
la escritora Jhumpa Lahiri que cuanto más específico es un texto,
más universal es su fuerza. Los libros de memorias o novelas
autobiográficas tienen ese poder de aludir a los grandes temas de la
literatura y de la vida partiendo desde las experiencias más
privadas y personales.
Apegos
feroces cumple esta cualidad de manera magistral. Vivian Gornick
nos brinda la posibilidad de asistir a escenas, contadas en
primerísimo plano, a lo largo de su vida y a todos los detalles más
significativos, por contradictorios, dolorosos o hilarantes, de sus
relaciones más íntimas, sus apegos más feroces entre los que
destaca, de manera ininterrumpida, su madre. Es su madre, con la que
mantiene un vínculo ambivalente y al mismo tiempo muy estable, la
persona a través de la cual se vertebra el autorretrato de esta
mujer nacida y criada en Brooklyn, N.Y., en la primera mitad del
siglo XX.
“Una
vez, en mi presencia (yo debía de tener diez años), una amiga le
dijo que se equivocaba de pleno, que su concepto del amor era absurdo
y que era esclava de la idea que tenía del matrimonio. Cuando le
pregunté a mi madre qué quería decir su amiga con eso, respondió:
‘Es una mujer subdesarrollada. No sabe nada de la vida’.”
Aparecen
en el libro personajes muy importantes en la vida de la autora,
amigas, maridos, amantes, pero, aparte de la madre, la más relevante
para el relato es Nettie, una vecina amiga de su madre que parece
haber supuesto un modelo de mujer atractivo e inquietante a la vez
para la Gornick niña.
“No
había nadie como ella en mil kilómetros a la redonda. Los hombres y
mujeres la ansiaban por igual. Era horrible. Yo percibía cómo iba
despertando pasiones, pero esas pasiones parecían vinculadas al
castigo, no al privilegio. La manera que la gente la miraba- la
crueldad de los hombres, la rabia de las mujeres- me daba miedo.
Sentía que se hallaba en peligro. Nettie caminando por la acera se
entretejió con la tela de mis primeras angustias.”
Es
tan honesto el recuerdo narrado de Gornick, tan exento de victimismo
o de culpables y tan reales los diálogos, que quien lee tiene la
sensación de identificarse profundamente no sólo con la narradora
sino con el resto de personas involucradas, especialmente la madre.
Vivian Gornick no se ahorra reproches dirigidos tanto a los demás
como a sí misma, ni momentos de risa y felicidad, aunque sea
momentánea.
A
través de situaciones cotidianas y conversaciones aparentemente
casuales, Gornick hace un registro completísimo de todas las
posibles formas de machismo, discriminación y pobreza sufridas por
las mujeres y asumidas por todos- hombres y mujeres- como “lo
normal”: la esclavitud de la casa, el abandono de sus propios
proyectos, la violencia física y sexual y los infinitos desprecios
pero también la complicidad entre mujeres como apoyo imprescindible
frente a la soledad.
“-Aborté
con las piernas contra la pared en un apartamento de la calle Ochenta
y ocho Oeste, con Demerol inyectado en vena por un médico cuya
consulta era la esquina misma de la calle Cincuenta y ocho con la
Décima Avenida.
Asiente
a medida que hablo, como si estos detalles le resultasen familiares,
incluso como si ya los esperase. A continuación, dice:
-Yo
lo hice en el sótano de un club nocturno del Greenwich Village, por
diez dólares, con un médico que la mitad de las veces que te
despertabas lo hacías con la mano en su pene.”
Y
pese a toda la riqueza de ambientes y personajes que consigue
revivir, o tal vez gracias a ella, Apegos
feroces
no deja de ser el lamento de una hija cuya madre parece varada en un
concepto del amor tan rígido que no le permite amar ni dejar que la
amen sin que la ira y el dolor hagan su aparición. Un relato que
destila tanta amargura como ternura y humor.
Vivian
Gornick (Nueva York 1935) es una periodista y escritora y una de las
voces
más reconocidas del feminismo en estados Unidos. Participó en la
creación
en 1969 del grupo feminista radical New York Radical Feminists (NYRF)
fundado por Sulamith Firestone y Anne Koedt.
Ha
colaborado en medios
como The New York Times y The Nation.
Un libro precioso, ligero y denso a la vez; de escena en escena y de diálogo en diálogo vamos conociendo y reconociéndonos en las vidas de esas mujeres tan próximas pese al tiempo y el espacio de la narración. Las descripciones son brillantes: lugares, sensaciones y personajes ("El salón era un temor monótono, cuajado y sofocante. En cambio, en la cocina se podía tomar aire profundamente, aguantarlo hasta la asfixia y luego soltarlo o tragarlo. [...] Había movimiento y espacio, luz y aire. Se podía respirar. Se podía vivir.")
ResponderEliminarLo cotidiano adquiere intensidad y se disfruta ("Ha estado lloviendo y ahora, a la una de la tarde, durante un minuto y medio, Nueva York parece recién lavada. Las calles refulgen bajo la pálida luz primaveral. Los coches desprenden una felicidad desempolvada. Los escaparates centellean distraídamente. Hasta parece que las personas han sido rehechas") o se sufre ("Su dolor se convirtió en mi elemento natural, mi patria de residencia, la ley ante la que me inclinaba.").
Una maravilla los paseos y charlas de la narradora con su madre, con Nettie, con sus amantes... porque sus palabras están llenas de amargura, de humor, de incomprensión y de complicidad. Son pura vida.
Gracias, Remedios, por tu comentario. Un abrazo!
ResponderEliminar